¿POR QUÉ EL TERROR EN LA LITERATURA?

¿POR QUÉ EL TERROR EN LA LITERATURA?

Lo fantástico, es decir, aquella dimensión que linda con lo inverosímil, deseado, aterrador, pero quizás posible, comienza a expresarse en la literatura en el siglo XVIII, permitiendo a lo macabro y lo terrorífico, a vampiros y fantasmas, crearse un espacio en el género de lo maravilloso.

Si bien en la Edad Media el dibujo y la pintura se atrevían a recoger en sus obras estos temas, la narración los recrearía mucho más tarde con sus propios personajes y situaciones. Desde sus inicios este arte rescata aquellos temores surgidos en los castillos, los refugios y las mansiones de los señores para mantener alejados de sus tesoros a los hambrientos y desamparados de esa época. La vida popular, al margen del conocimiento y del poder, interpreta a su manera el orden natural y social y, al no entenderlo del todo, desarrolla una serie de respuestas míticas amparadas en sus temores.

A principios del siglo XX el pensamiento objetivo del hombre moderno le permite deslindar lo real de lo sobrenatural, cuando —en forma paradójica— la narración de las artes fantásticas logra su mayor florecimiento y desarrollo.

Diversas interpretaciones han tratado de explicar el porqué de esa necesidad humana de aproximarse a lo inexplicable y misterioso, de jugar con el miedo, estremeciendo su propia seguridad y atentando lo creíble. El arte de la narración fantástica reside principalmente en presentarnos lo maravilloso aterrador como algo que está siempre presente y que puede percibirse en nuestro mundo consciente, conocido y seguro al irrumpir en él de diversas formas. En efecto, la casa encantada está encantada porque es encantada; los muertos del cementerio están siempre allí, pero a veces cobran significado para nosotros y se introducen en nuestras vidas porque adquirimos una capacidad especial para percibir esa realidad y hacerla nuestra. La presencia del misterio en la literatura se explica por naturales inclinaciones que nos permiten u obligan a conectarnos con nuestros miedos, angustias y culpas y con nuestro inconsciente en general.

La nueva literatura del miedo, y más generalmente el arte fantástico, trabaja contenidos arquetípicos universales recreando viejos mitos. Hace transitar hacia los tiempos arcaicos aquella necesidad reprimida de volver a sentirse fusionado con lo natural; aquella necesidad de vivir y creer que el mundo funciona por hechos mágicos y que éstos son también movidos en gran medida por nuestra propia acción o voluntad. La literatura fantástica nos hace regresar al paraíso perdido, donde el yo era parte del todo. La dinámica social y la lógica que la acompaña han relegado esta forma de entender la vida limitándola al mundo de la leyenda y los relatos de fantasía y aventuras, campo que aprovecha el nuevo género para expandirse con fuerza.

Los temas de los cuentos de terror han ido variando paulatinamente a través del tiempo en relación a los temores de que el hombre mismo se va despojando y a los nuevos que va creando. Es así como gigantes, brujas y castillos encantados dejan de espantarnos al reubicarse en el campo seguro de lo irreal y dan paso a otros temores que la vida moderna ha ido despertando en nuestra imaginación. Igualmente, las situaciones adquieren rasgos inesperados y la estructura narrativa incursiona en formas no tradicionales. La coherencia del tiempo o de la causalidad puede alterarse, apuntando así a lo absurdo, a lo contradictorio y lo imaginariamente posible, que es lo que caracteriza lo fantástico.

Podemos pues, entonces, aventurarnos en la lectura de cuentos de terror sabiendo que el encuentro con lo sobrenatural no pretende alterar nuestra razón, sino cautivarla, para ser así transportados seductoramente al territorio donde el puente entre lo real y lo posible permite el hechizo de creer en lo increíble. De este modo podremos darnos una explicación a lo absurdo o ininteligible que aparece en nuestro entorno o en nuestras vidas.

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